… Porque Dios es grande y misericordioso en todo momento y circunstancia, nos capacita para mantenernos con suficiente tensión en nuestro propio proceso de conversión. Y sólo así, cogidos de su mano, podemos estar siempre a tiempo de convertirnos en personas, en santos, en hospitalarios. Y como Dios no cesa de invitamos a seguir sus huellas por el camino del amor y del Servicio a los hermanos, siempre hay alguien que responde adecuadamente situándose a las alturas de la llamada. El santo no nace, se hace; y aunque frecuentemente se le hace la vida imposible, luego se le sube a los altares, a pesar de que, acto seguido, se le olvide de nuevo y se le arrincone en nuestros desvanes y devaneos de la propia historia de cada cual.
BERMEJO José María, Prólogo, en José Luís MARTÍNEZ [ed.],
Proceso de Beatificación de San Juan de Dios, Madrid, BAC, 2006.
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